El Olivo y el mundo antiguo. Historia del aceite de oliva (Parte II)
En la anterior entrega, tuvimos la oportunidad de mostrarte cómo las civilizaciones semítica, egipcia, minoica y fenicia, contribuyeron en la optimización de esta industria.
De hecho podemos decir que el proceso productivo de zumos de aceituna atravesó ciertas variaciones en virtud de obtener un producto de calidad a lo largo de los años.
Ciertamente pasó mucho tiempo para que las sociedades antiguas descubrieran que era posible extraer aceite de un fruto que en apariencia no tenía nada de especial. Lo mejor de todo es que estas no fueron las únicas civilizaciones que se dieron a la tarea de aportar elementos a la extracción de aceites de oliva.
Acompáñanos en esta ocasión, a fin de que conozcas cuáles fueron los otros pueblos que dejaron su huella en la elaboración de aceites de oliva. Se trata de un viaje a través de la historia, que a pesar de ser bastante detallado, no por ello es menos interesante.
El olivo y la Grecia antigua
Algo que podemos dar por seguro, es que el olivo debe haber crecido naturalmente en Grecia, porque los griegos le dieron su propio nombre – elaia. De donde los romanos derivaron su propia palabra para designarlo, olivum.
Si se hubiera introducido desde Siria, habrían adoptado el hebreo, zayit o zeit, como se hizo en los países árabes del norte de África. Que dio origen al castellano “aceite” por la influencia árabe en la península ibérica.
La leyenda griega registra una famosa historia que explica uno de los supuestos orígenes de la aceituna. Hubo una competencia entre la diosa Atenea y Poseidón por el control de la tierra de Ática. Zeus prometió la tierra a quien proporcionara el regalo más útil a los hombres.
Poseidón golpeó el suelo con su tridente y un magnífico caballo surgió. Atenea hizo que brotara un olivo y fue juzgada como victoriosa. Es comprensible que Atenea debía ganar el concurso, ya que el aceite de oliva proporciona tantas cosas vitales; es un alimento, una medicina y también una fuente de luz.
De esta diosa, Atenas tomó su nombre, y esta alegoría es sin duda la razón por la que algunos historiadores atribuyen a Grecia como la verdadera fuente de la aceituna.
El olivo como un árbol sagrado en Atenas
Los griegos también relacionaron a Aristeo, el hijo de Apolo y de la ninfa Cirene, con el descubrimiento del olivo, ya que era un dios de la agricultura.
En otra leyenda, Acropos, el fundador de Atenas, fue aclamado por enseñar a los griegos cómo extraer el aceite de oliva. De hecho, Herodoto describió a Atenas como el centro del cultivo del olivo en Grecia.
El aceite de oliva se producía en tal abundancia que se convirtió en uno de sus principales productos de exportación. De hecho, la cultura del olivo fue tan importante para los griegos y para su economía, que los olivares eran considerados tierra sagrada y sólo se permitía su cultivo a las vírgenes y a los hombres castos.
En el siglo VI a.C., Solón, el famoso estadista y poeta, introdujo leyes que protegían los olivos de Atenas. Cualquiera que fuera sorprendido talando olivos era ejecutado. Incluso hoy en día, en países donde el olivo es preeminente, una de las cosas más crueles que se puede decir de alguien, es que es el tipo de persona que cortaría un olivo.
El olivo y los juegos olímpicos
Posteriormente, los vencedores en los antiguos juegos griegos eran premiados con coronas de olivo; y en los Juegos Olímpicos, ésta guirnalda de ramas de olivo era cortada del árbol sagrado de la Acrópolis, el legendario árbol que se dice fue sembrado por la propia diosa Atenea.
El calendario griego estaba lleno de festivales con eventos deportivos. Uno de los más importantes eran las Grandes Panateneas, en la que los vencedores recibían de premio un recipiente lleno de aceite de oliva conocido hoy como ánfora panatenaica.
No es casualidad que muchos trofeos actuales sean recipientes, en muchos casos ánforas. Con la diferencia de que ahora se suelen entregar vacíos.
Después de la destrucción de la Acrópolis y de su venerable olivo por el rey Jerjes, líder de la fuerza invasora persa en en el año 480 a.C., cuando toda Atenas estaba en ruinas, se dice que durante la primera noche el olivo del Templo de Erecteón volvió a brotar.
El olivo y los romanos
La expansión del Imperio Romano aceleró la extensión del cultivo del olivo por todo el Mediterráneo. Los cartagineses habían introducido las aceitunas en lo que hoy es Túnez, pero después de que los romanos invadieran el país y destruyeran Cartago, estos plantaron aceitunas desde Trípoli, en la actual Libia, hasta Argelia.
Es cierto que el olivo crecía en el norte de África antes de la llegada de los romanos, pero ellos fueron los responsables de extenderlo por toda la zona.
Las leyendas romanas atribuyen a la diosa Minerva, estrechamente relacionada con la figura de Atenea, la diosa de la paz y la sabiduría, el haber dado a los romanos el arte de cultivar el olivo.
Sin embargo, la “creación” del olivo silvestre se le atribuye a Hércules, quien golpeó el suelo con su poderosa porra, la cual echó raíces. Además, bajo un olivo nacieron los gemelos Rómulo y Remo, legendarios fundadores de Roma, rescatados del Tíber y amamantados por una loba.
En la literatura griega y romana abundan las referencias a la aceituna y al aceite de oliva. Virgilio, en Las Geórgicas, canta las alabanzas al olivo y su rico fruto; Ovidio, en Las Metamorfosis, representa a Baucis preparando la comida con aceite de oliva para sus huéspedes celestiales.
Plutarco recuerda el beneficio que el aceite de la región de Numidia dio a César; en el siglo I a.C., Catón, en su Tratado de Agricultura, da una lista detallada de los equipos necesarios para cultivar un olivo.
Finalmente tenemos a Plinio el Viejo, cuya famosa máxima para una vida feliz recomendaba el uso del vino por dentro y del aceite de oliva por fuera.
El olivo y su perdurable legado
Hoy en día se conservan bellas obras de arte que representan escenas de cosechas de aceitunas y prensado de aceite.
En el Museo Británico, hay un ánfora que muestra un grupo de hombres vareando árboles de olivo y dejando caer las aceitunas sobre sábanas esparcidas en el suelo. Hoy en día, en muchas partes del Mediterráneo, las aceitunas se recolectan de la misma manera.
Las ánforas se utilizaban para el transporte de aceite por toda Europa, y el sello de las ánforas sirvió para el mismo propósito que las etiquetas hoy en día; proporcionaba el nombre del productor, el nombre del comerciante y los impuestos pagados sobre el aceite.
Murales, frescos y mosaicos de siglos de antigüedad se pueden encontrar en cualquier lugar donde se cultivó la aceituna y son un testimonio de lo poco que han cambiado los métodos de cultivo, recolección y prensado a lo largo de miles de años.